Rodrigo Gouveia
La aparente paradoja del liderazgo juvenil
El movimiento cooperativo siempre se ha mostrado interesado en afirmar la necesidad del liderazgo de los jóvenes en las cooperativas. Sin embargo, la evidencia empírica extraída de mi experiencia personal muestra que la participación de los jóvenes en los consejos y en los órganos de dirección de las cooperativas es muy limitada. Lo que es peor, no solo no se encuentran suficientes jóvenes ejerciendo esas funciones sino que hay muchos adultos mayores haciéndolo. Cito la evidencia empírica y mi propia experiencia porque, lamentablemente, no hay investigaciones o datos sólidos sobre este tema a nivel mundial.
En este artículo no voy a considerar a aquellas cooperativas conformadas mayoritariamente por jóvenes que se reúnen para atender sus necesidades en materia de emprendedurismo y empleo. Me referiré únicamente a las cooperativas “convencionales”, en las que el tema de la integración de los jóvenes en roles de liderazgo adquiere una dimensión diferente.
Cuando se les pregunta a los gerentes y los directivos de las cooperativas sobre el hecho de que no existan muchos jóvenes en cargos de dirección y sobre por qué esto es así, generalmente su respuesta es que las posiciones de liderazgo requieren de experiencia y que los jóvenes no la tienen. Es ahí que surge una aparente paradoja: si los puestos de liderazgo requieren de experiencia, ¿cómo pueden ser líderes los jóvenes si, cuando tienen experiencia, ya han dejado de ser jóvenes? La experiencia se adquiere con los años, pero el tiempo es “enemigo” de la juventud.
En mi opinión, la razón por la que esa paradoja es solo aparente es que la experiencia no debe ser un prerrequisito para ocupar cargos de liderazgo, especialmente en los órganos colectivos. En los órganos de toma de decisiones integrados por varias personas (como el consejo de administración de una cooperativa) puede, y debe, existir una combinación complementaria de competencias. La experiencia es solo uno de los factores de esta combinación y no necesita ser un atributo de todos los integrantes. Probablemente, los líderes jóvenes aportarán nuevas ideas y competencias que otras personas, con más experiencia, pueden no tener. Por ejemplo, los jóvenes generalmente tienen un conocimiento más agudo de las nuevas tendencias económicas y sociales, así como una mejor comprensión de las nuevas tecnologías.
Pero incluso es importante tener jóvenes en roles individuales y en cargos de gestión, principalmente en aquellas cooperativas que aplican sistema de gestión más flexibles y menos jerárquicos. Si los jóvenes tuvieran la oportunidad de integrarse en un equipo que reúne competencias diferentes y que trabaja en conjunto, no precisan necesariamente de la experiencia, porque esta puede ser encontrada en otras partes dentro la estructura de gestión de la organización. Aunque no exista evidencia definitiva de que los jóvenes sean más innovadores que los demás, sí la hay de que una combinación de jóvenes y personas de otras edades dentro de una organización contribuye a impulsar la innovación. Entonces, no se trata de elegir entre unos u otros, sino de integrarlos a todos en los procesos de toma de decisiones de las cooperativas.
Lamentablemente, lo que vemos muchas veces en las cooperativas son estructuras de gestión rígidas, sedimentadas y jerárquicas, donde los cargos se cubren considerando principalmente los años de experiencia. En ese tipo de estructuras no existen muchas oportunidades para los jóvenes, y la propia perspectiva de la cooperativa probablemente los disuada de la idea de trabajar en ella. Ésta es una de las principales razones por las que algunas cooperativas tienen tantas dificultades para atraer a los jóvenes y, en consecuencia, el motivo por el que pierden a algunos de sus mejores talentos potenciales.
No es suficiente una estructura de gestión que prometa a los jóvenes la posibilidad de ocupar posiciones de liderazgo dentro de algunos años, si trabajan con ahínco. Es necesario ofrecerles oportunidades concretas e inmediatas donde puedan demostrar su capacidad de liderazgo desde el principio. Esto requiere de una estrategia proactiva de involucramiento e integración de los jóvenes en posiciones de liderazgo.
Evidentemente, esa estrategia debe ser bien pensada y planificada. Será una doble frustración, para la cooperativa y para los jóvenes, si las nuevas condiciones establecidas no les permiten tener éxito. Es necesario que exista un programa para atraer, capacitar y apoyar a los jóvenes en sus funciones y no solo otorgarles cargos a ciegas. Un ejemplo de esto último es el establecimiento de cupos para jóvenes en los órganos de dirección. Si esto se hace solo como una cuestión de imagen, para decir que se hizo, o por una cuestión de marketing, o incluso si se hace por verdadera convicción pero no va acompañado de un programa específico de capacitación y apoyo que ayude a los jóvenes a convertirse en directores eficaces, probablemente se convertirá en un fracaso. Esto incluso puede ser contraproducente, porque desanimará a los jóvenes más activos en favor de aquellos que pueden estar contentos solo por ocupar un puesto sin dedicarle demasiado esfuerzo.
Sería interesante investigar más sobre este tema, especialmente a nivel regional e internacional, para comparar los diferentes niveles de participación, los distintos abordajes y sus resultados. También sería muy útil una comparación entre las cooperativas y las empresas que compiten directamente con ellas en un determinado sector.
Parece obvio que las cooperativas, dados sus valores y principios, deban estar interesadas en integrar a los jóvenes en sus equipos de dirección. Existe verdadera intención, sinceridad y convicción detrás de todas las declaraciones del movimiento cooperativo sobre este asunto. Lo que está faltando, en mi opinión, es el sentido de la urgencia y encontrar la mejor manera de hacerlo.
NOTA: Los puntos de vista y las opiniones expresadas en estos artículos inlcuidos en este blog son los de sus respectivos autores y no necesariamente reflejan los de Promocoop y sus asociados.
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